Sin embargo, como sabemos, la estandarización de la lengua en particular fue una forma poderosa de crear estados-nación, dada la forma en que combina las posibilidades de centralización y uniformización, y simultáneamente permite enmascarar el privilegio y el poder inherentes a la toma de decisiones sobre lo que cuenta como una lengua (adecuada) y lo que no; es posible argumentar que la lengua es aprendible, y por lo tanto perfectamente democrática.
(Higonnet 1980; Bauman y Briggs 2003).